Tras la eliminación rápida en Wimbledon del año pasado
Rafael Nadal, muy afectado en sus rodillas, decidió parar de jugar. La
recuperación se hizo eterna llena de sufrimientos e incertidumbre y sin saber
muy bien si llegaría al final del camino.
Tras siete meses sin competir decidió hacer parte del
circuito sudamericano de tierra para evaluar un poco su situación y ver la
realidad de su estado físico.
Reapareció en Viña del Mar en Chile. Sin rodaje, con miedo y
pensando en una posible retirada. Logró hacer un buen torneo en el que fue
finalista perdiendo ante Horacio Zeballos en tres sets. Pudo haber ganado pero
en el segundo set una bola tocó la red y cayó del lado que no debía. Luego le
fallaron las fuerzas y perdió la final. La segunda etapa fue Sao Paulo. La
pista estaba horrible pero aguantó el tipo y vio que sus piernas respondían
mejor de lo esperado. Ganó el torneo y se fue para Acapulco. Esta ya era un ATP
500 con mejores jugadores pero Nadal ya había entendido que estaba en el buen
camino. Jugó a gran nivel en los partidos claves, ante Almagro en semifinales y
frente a Ferrer en la final al que vapuleó. En la rueda de prensa posterior a
la final le preguntaron que tendría que mejorar para ganar a los Djokovic,
Federer, Murray, etc. “No puedo mejorar nada, he jugado un partido perfecto”,
dijo Rafa. Tenía razón. Yo había decidido seguirle en su reaparición y doy fe
de ello.
Pleno de moral decidió acudir a la pista rápida de Indian
Wells ampliando el reto. Jugó de forma increíble y se llevó el título. Con la
satisfacción del deber más que cumplido y para descansar y no machacarse
decidió pasar de Miami.
Tras el descanso y sin haber entrenado lo suficiente acudió
a Montecarlo. No fue a ganar ,fue a reaparecer y a dar la cara en un torneo
donde es un ídolo con sus ocho victorias consecutivas. Llegó a la final y la
perdió con Djokovic aunque tuvo opciones de ganarla pero sabía que no llegó
preparado. Luego victorias en Barcelona, Madrid, Roma y otra histórica en
Roland Garros.
Renunció a Halle y a punto estuvo de no jugar en Wimbledon
pero era “La Catedral” y sin ganas se acercó al All England Tennis Club.
Discutió con su tío Toni que le acusó de falta de espíritu pero él sabía que
nada iba a sacar allí y perdió en primera ronda. Había sufrido mucho en su
andadura desde Viña a Londres y quizás fue un acierto caer rápido ya que pudo
descansar y plantearse el circuito americano con nuevos bríos. Primero
Montreal, luego Cincinnati y finalmente el US Open vieron triunfar al héroe español.
Jugó partidos memorables y dejó claro que el número 1 era ya suyo de nuevo.
Dijo que no lo iba a buscar pero estaba claro que el número 1 le iba a buscar a
él.
Y así fue. Tras una Copa Davis ante Ucrania para ayudar a
España a no salir del Grupo Mundial,
acudió a Pekín. Necesitaba alcanzar la final para sumar los puntos necesarios y
poder desbancar a Djokovic. Primero Giraldo y luego Kohlschreiber, Fognini, y
Berdych cayeron a sus pies. Con la victoria ante el checo que se lesionó cuando
perdía 4-2, Nadal ya fue semifinalista y por lo tanto el nuevo número 1 del
mundo.
Cada jugador tiene su estilo y nadie le puede negar ningún
mérito ni a Federer, ni a Djokovic pero en mi opinión el mejor es el que gana y
Nadal ha dejado claro que hoy por hoy es el mejor. Un genio anda suelto y es
español. Gran jugador y mejor persona, no le neguemos lo que vale. Lo que venga
después le hará sin duda más número 1.
Miguel Angel Zubiarrain
Director de Grand Slam de Tenis
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